2 Corintios 6:14 No os unáis
en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia
con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?
En un riachuelo vivía un
pequeño pececito, pececito que era inquieto y curioso como lo son todos los que
empiezan a vivir. Cierto día escuchaba los consejos de los mayores, pero le
parecían aburridos y poco divertidos, por lo que hacía exactamente lo contrario,
para así poder reír de sus truhanerías.
Un día el pececito jugaba a
la orilla del rio y conoció a una linda pajarita; cantaba hermoso y los colores
de sus plumas eran muy bonitos. Sin darse cuenta el pececito pasó de admirar a
la pajarita por sus bellos colores a enamorarse de aquella de otra especie. La
pajarita también creyó enamorarse del pececito y después de juegos a la orilla
del rio, nació un pequeño romance que nadie entendía.
Los mayores en el riachuelo
trataban de advertir al pececito de que esa no era una buena idea, sin embargo
el pececito no lo tomó de la mejor manera y se ofendió. Pensó que nadie quería
que fuera feliz, que nadie lo quería y que sólo la pajarita podía entenderlo y
hacerlo feliz. Cada vez que alguien le
decía que no continuara con ese lindo capricho, se indignaba y se encaprichaba
más y el amor que pudo llegar a sentir se eclipsó por el deseo de demostrarles
a todos que se equivocaban y llegaría hasta lo último para demostrarlo.
Una tarde la pajarita
llegó con una buena noticia, había
terminado de construir su nido en una ramita cerca del riachuelo donde se
conocieron. La alegría se esfumó del rostro de la pajarita al ver la duda del
pececito con respecto al nido. –Si me quieres sal del agua—le reprochó al
pececito, ella lloró e insistió mucho hasta que contrario a su naturaleza
aceptó. –Todos sabrán que se equivocaron—se repitió miles de veces y salió del
agua. No pasó mucho tiempo, de hecho menos de lo que esperaba y el pececito
murió por creer que viviría dónde estaba condenado a morir.
El yugo desigual es más
peligroso de lo que podemos pensar, hay pececitos que pueden vivir fuera del
agua, pero no viven igual, hay jóvenes cristianos que creen que pueden vivir
fuera de la iglesia por un amor que sólo ellos entienden aunque les cueste la
vida. Recordando las palabras de un gran siervo de Dios: “Piensa, medita,
reflexiona y actúa”.
Con cariño
César Danyel
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